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LA MITOLOGÍA EN LA OBRA DE JORGE MARÍN

“Dotado de ubicuidad, el criptófono desparejado oye la voz de las cosas, y también la voz de sus propios humores. Lo sé desde que el cielo se ha convertido en mi cerebro. El cielo es un todo orgánico con su vida propia, en relación directa con la tierra y las aguas. Este gran cuerpo desarrolla libremente y en virtud de una lógica interior nieblas, nieves, escarchas, canículas y auroras boreales. Mi cuerpo es también un todo orgánico desmembrado, en adelante soy una bandera ondeando al viento, y si su borde derecho está prisionero en la madera del asta, el izquierdo está libre y vibra, flota y se estremece con toda su estameña entre la vehemencia de los meteoros”.


Michel Tournier: Losmeteoros, 1975



Jorge Marín pareciera pertenecer a esta cepa de artistas, que transfigurado en el sucesor de una larga tradición escultórica, discurre abiertamente en los caminos de la figuración sin impedimento alguno, con la certeza que da el conocimiento de la tridimensionalidad.


Desde la apreciación del estilo primigenio clásico, Jorge Marín afronta su muy particular mitología, creada desde su vehemente observación y estudio de la forma del cuerpo humano y su dinámica. Esta característica del artista me remite a Deleuze cuando afirma: “...el organismo no es la vida, él la aprisiona...”; y de la misma manera que el cuerpo forma parte de la trama del mundo y se mueve dentro de un círculo en su entorno, el artista hace de él, una prolongación de este mundo, definiendo al cuerpo como la materia que constituye su imagen, encarnada dentro de su escultura y a semejanza de sí mismo.


En Marín, la composición juega con los puntos de equilibrio y tensión que dota de una armonía constructiva al volumen contenido entre los vacíos y la masa de bronce. Ambos oscilan entre la pureza lineal de los soportes de sus personajes, donde formas elegantemente proyectadas en el espacio, constituyen la morada del tema que acusa; y el sujeto, que evoca cierto manierismo desde su resolución realista, en la actividad que recrea la anatomía perfecta de los atletas y los personajes fantásticos provistos de máscaras y vigorosas alas.


La percepción del cuerpo dentro del pneuma o aire aprehendido como la sustancia que anima la vida en sí misma, atraviesa los límites de la esfericidad, es decir, enmarca esa premisa que Hegel situara entre Ser es la nada: a partir de la corporeidad finita que se desplaza en el vacío, y fenoménicamente, y dentro de una visión idealista, le coloca como un argumento radicado en la Geometría visiblemente aplicada en el trabajo del artista.


Los personajes de Jorge Marín caracterizan la perspicacia de las águilas; aves de agudas cualidades predadoras, con una visión vasta del mundo que desde las alturas donde reinan como imponentes dioses y señores del éter, y representados en su atributo de ángeles o garudas1, se sitúan eventualmente agazapados cual si fuesen felinos, ̶ también predadores ̶ sobre esferas, ventanas, balanzas o caballos, con una máscara que invariablemente lleva pico a manera de afirmación de la potestad celestial.


Llama la atención la distinción paradójica que Marín impone a sus personajes: hombres ángeles que vuelan pero que están desprovistos de alas, hombres alados y ángeles que juegan en el supuesto oleaje como surfistas intrépidos, o equilibristas que en columnas casi esotéricas abrazan el cosmos existencial. Cito de nueva cuenta a Tournier: “... Vislumbro el nacimiento de un cuerpo barométrico, pluviométrico, anemométrico, higrométrico. Un cuerpo poroso donde vendrá a respirar la rosa de los vientos... Al descubrir este pequeño secreto de la naturaleza, he sentido en todo mi largo brazo izquierdo innumerables roces de alas felposas y plateadas aleteando en cada poro”.


No obstante su representación y precisión realista en el manejo de la anatomía que se expresa en gallardas representaciones atléticas, las obras de Marín son híbridos de sensual arrogancia. Algunas piezas nos remiten a estelas de civilizaciones ancestrales, donde en cada módulo se evoca la simbología de una narrativa. Así, cada una de esas secciones que parecieran disociadas entre sí, conforma una columna que se nos revela una leyenda inusitada y privada, quizás entre el modelo y el artista, quizás entre el artista y el observador... A decir: Bernardo con máscara o sin ella, con alas ausentes o desplegadas, mujeres en balsas o esferas, en vacíos o contenidos, íntegros o mutados. Sus temas portan la ambivalencia que deambula entre lo imaginario y lo irracional, y la realidad imperturbable manifiesta en la puntual apreciación del cuerpo en movimiento dentro y poseedor del espacio.


En esta muestra una vez más, Jorge Marín nos transporta con su obra en un viaje hacia a un mundo misterioso, mágico y místico, pero a la vez de sugerente erotismo, divertido y sagaz.



Luisa Barrios

Ciudad de México, enero 2010





1 Deidades del hinduismo cuya apariencia entre humana y águila proveyeron a la cultura occidental de la fabulosa creación de las harpías de la tradición griega.

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