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REVELANDO EL HERMETISMO DEL EQUILIBRIO

Luis-Martín Lozano


La obra del joven escultor y pintor mexicano Jorge Marín difícilmente pasa desapercibida para el común espectador. Existe en ella una atracción muy especial, que llama la atención de propios y extraños. Aunque ha sido a través de los años y en el considerable perfeccionamiento de su oficio, que se ha ganado el respeto de la crítica y los coleccionistas, Jorge Marín aún permanece como un artista poco conocido en el extranjero. No es común hallarlo enlistado en los catálogos de las exposiciones colectivas de arte contemporáneo mexicano que se muestran allende nuestras fronteras. Todo lo contrario, se trata de un artista que ha sabido crear su propio mundo iconográfico y, por ende, no forma parte de las inquietudes generacionales de los practicantes de las instalaciones, la fotografía y el video.Jorge Marín es más bien un artista académico, si por academia se entiende, un sincero aprecio por el oficio, una dedicación especial por el dibujo y una profunda admiración por la anatomía y la expresividad corporal. Estas virtudes, que hubieran sido valoradas en el Renacimiento o en el siglo XIX, parecen no interesarles hoy día a los curadores de las bienales o de los espacios alternativos. Pero en el ámbito museístico encuentran su justa dimensión, al poder dialogar con la tradición premoderna de la historia del arte y en un contexto en el que el tiempo impera por sobre las modas estilísticas.

[...]Empero, habrá que decir que las búsquedas de Jorge Marín, que hoy se encuentran en su plena madurez, no son solitarias, ni han surgido por una ausencia de diálogo con la historia del arte misma. Las inquietudes de Jorge son compartidas por un selecto grupo de pintores y escultores mexicanos, y también extranjeros, que siempre han podido voltear la mirada hacia el pasado para valorar las lecciones que dieron los grandes artífices de la historia. Pero habrá que decir que su revisión nunca es pasiva, y tampoco es remembranza nostálgica de mejores ayeres. No, su visión es plenamente contemporánea, su aproximación es desde el presente, aunque quizá sí desde el desasosiego de la contemporaneidad, pero siempre actual, siempre vigente. Lo que sucede es que los temas que a Jorge Marín le interesan son, en el fondo, los asuntos que siempre han sido la reflexión fundamental de los artistas en todos los tiempos el hombre, su lugar en el tiempo y su lugar en el cosmos.

Desde esta perspectiva es posible ubicar el trabajo de Jorge Marín en interrelación con la obra de otros pintores mexicanos, con los que ha coincidido en la década de los años ochenta pues entre Jorge Marín y Roberto Cortázar existen fuertes vínculos expresivos, y lo mismo podría decirse del hermetismo que emparenta a algunos óleos de Marín con las obras de Arturo Rivera. Los tres confluyen en las discusiones estéticas de la posmodernidad, sobre todo en cuanto a la capacidad crítica que tienen los artistas para reasumir desde el presente, una libertad para retomar, arbitrariamente, las nociones formales del pasado. No obstante, el instante en que convergen es la coyuntura misma donde empiezan a separarse, y es aquí donde sobresalen las cualidades de Jorge Marín. Como pintor Marín no se recrea de forma indefinida en el dibujo, nunca se embelesa con la técnica y sabe que ésta es tan sólo un instrumento para explorar el potencial expresivo del cuerpo humano. Si bien el dibujo deja entrever el excepcional oficio queMarínalcanza,lo cierto es que la dibujística sólo permite dar forma a las profundas reflexiones conceptuales que los desnudos meditativos de Jorge Marín se plantean frente al espectador; tal como puede apreciarse en obras muy logradas, como "Mujer Enigmata”, "Anciana Alada" y "V Corum", por citar sólo tres soberbios ejemplos.

Del mismo modo, la reflexión infinita que proporciona Cronos, es una de las fuerzas conceptuales que legitima el trabajo de Jorge Marín. Conocedor de la historia del arte, Marín recupera el papel emblemático que los insectos tuvieron como un recordatorio de la fugacidad de la vida. En algún modo comparte la mirada inquisitiva, obsesiva y científica que tenía sobre ellos, por ejemplo, Durero, pero está más cercano a los pintores flamencos del siglo XVII, cuando sus mariposas y escarabajos aluden a los ciclos de la vida, la muerte y la resurrección. No menos importante, y me parece que habría que destacar, es la notable capacidad que Jorge Marín tiene para proyectar la presencia volumétrica de los cuerpos en el espacio, válido tanto para su pintura, como para su escultura. En ellos siempre existe una gracia natural, nada artificiosa y si muy lúdica, de aquilatar el cuerpo en movimiento -algunas veces pletórico de su energía interna, como en la serie escultórica de los equilibristas-, o del cuerpo en transición, asumiendo los estragos del tiempo sobre la gravidez de su anatomía; seriedad a la que Jorge Marín a veces intenta escaparse cuando juega con la iconoclasta representación de niños, Madonas, querubines y sirenas. Que, en lo personal, no me parecen lo más logrado de sus esculturas, aunque comprendo el origen y el sentido festivo de sus temas: el juego

intelectual del barroco mexicano.Como se podrá advertir, Jorge Marín es un artista de múltiples talentos.

Un apasionado de las técnicas escultóricas y pictóricas, cual si fuese la herencia de un restaurador veneciano. Es además un conocedor del cuerpo humano, el cual comprende en su dinámica del tiempo y del cosmos. Y quizá lo más valioso, desde mi percepción como historiador del arte, que sea un artista que se sienta cómodo y en la libertad para establecer diálogos naturales con la tradición; sin por ello perder de vista que reflexiona desde su propio momento, desde su tiempo, desde los confines del siglo XX y en el advenimiento del nuevo milenio. He aquí algunos de los secretos revelados del equilibrio hermético.



Ciudad de México, junio, 2002.

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