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JORGE MARÍN

El bronce es un metal mestizo, producto de la aleación de cobre y estaño. No es gratuito que Jorge Marín lo tome, lo trabaje como metal de nuestra raza, de nuestro país. “Raza de Bronce “, se nos llamaba antes. Arte de bronce el de Jorge Marín no pierde esta connotación mexicana, por más y aunque la supere.


Al bronce, Marín le da alas: Alas de ángel. Sus ángeles de bronce no escapan a la tradición religiosa. Aparecen ángeles en todas las creencias. Hay ángeles judíos, cristianos e islámicos. Su número puede derivar de la Astrología o de las monarquías orientales: ¿cuatro, siete, doce? Y su nombre, del griego que significa “mensajero “.


“Compañeros del Cielo “, el cristianismo nos habla de ángeles, arcángeles, serafines, querubines y más tarde, de tronos, virtudes, poderes, principados y dominios. Los arcángeles Gabriel, Rafael y Miguel son los más conocidos y bautizados en la tradición judeo- cristiana. Pero ellos son sólo parte de una jerarquía que incluye a querubes, sin sexo en la iconografía cristiana, con sexo masculino en la imagen renacentista, mujeres como el ángel de la anunciación en el famoso fresco de Fray Angélico en Florencia.


Y hombres, casi siempre jóvenes, unas veces viejos, en el alado paisaje angélico de Jorge Marín.

Hay aquí, ángeles que leen (pero leen, como es propio de los ángeles, el globo terráqueo).

Hay ángeles de rodillas como si rezaran por su propia salvación.


Hay ángeles benévolos, mensajeros de dios, guardianes del trono divino.

Hay ángeles mortales anuncios del juicio final.Hay ángeles malditos disfrazados por máscaras de metal.


Hay ángeles cazadores dueños de flechas veloces y mortales.

Hay ángeles piadosos, que acuden al socorro de los seres humanos.

Hay ángeles con sexo, dirimiendo la disputa sobre “el sexo de los ángeles “, ya que toda forma tiene materia y toda materia forma, de acuerdo con los padres de la iglesia.

Hay ángeles más antiguos que el mundo, pues para San Agustín los ángeles son los “primeros ciudadanos de la tierra.


Y hay ángeles que son iluminados por Dios con la orden: “crea “.


La creación de Jorge Marín obedece a este mandato, que en su caso no es divino, sino humano, “demasiado humano”.


Lo comprueban sus Ángeles – Centauro, únicos en nuestra iconografía.


Caballos con alas, caballos raptores de mujeres, que por ello fueron condenados al exilio en la montaña, de donde han descendido por obra y gracia de Jorge Marín, para conocer a esas otras criaturas del peligro, las sirenas que intentaron seducir a Ulises en el mar del regreso de Troya, obligándole a taponear los oídos de sus marineros, como Orfeo las venció, con su canto superior en la saga de los argonautas. Vencidas, solo les quedó a las sirenas leer un libro. Es el libro de los descubrimientos firmado por Cristóbal Colón, que venció el mito de la hermosura de las sirenas, describiendo a las sirenas como gordas y feas.


Las benévolas sirenas de Jorge Marín mecen niños igual que su madona, ésta con dos niños en sus brazos. ¿Dos Jesús, el dios y el hombre, el salvador y el crucificado?


No quiero llevar demasiado lejos mis maneras de ver la obra de este artista, que al cabo (como todos) acaba por vencer su propia visión de libertad, capturando a su ángel en una cárcel que piadosamente, podríamos ver también como un nido.


El “nido “protector no nos salva de la cárcel final de la muerte y quizás por eso, la visión de Jorge Marín es, al cabo, optimista. La muerte, la vejez, son descritas crudamente en sus figuras de Chayo y don Javier y anunciadas ya en muchos rasgos de Tere e Isaías.


El artista les da el antiguo nombre de Apocatástasis, que significa, ni más ni menos que el retorno de las cosas a su origen.


De vuelta, así, del viaje a la vejez y la muerte, al origen de todo, Jorge Marín les da alas a los ancianos, balsas a los navegantes, flechas al cazador, piedad al triunfo, cabalgadura al ángel, alegría de vivir a todos --- a sabiendas de la muerte. todos --- a sabiendas de la muerte.


Hay cantos, una música de las esferas acompañándolo todo. Música Celta, la llama Jorge Marín, como si una lengua común, irlandesa, gaélica, manx, bretona, celtíbera, se reuniesen aquí, por un momento, en escultura y gracias al bronce, le cantaran a México.




Carlos Fuentes.

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